martes, 10 de mayo de 2011

San Juan de Ávila, modelo para los sacerdotes

Alentaba a sus discípulos a tener fe y les decía “las almas se ganan con las rodillas”

 

Madrid, 10 de mayo de 2011.- En torno al año 1500 nacía en Almodóvar del Campo (Ciudad Real) Juan de Ávila, patrono de los sacerdotes. Estudió teología y Filosofía en la Universidad de Alcalá. Su familia profundamente cristiana tenía unas minas de plata en Sierra Morena. Al morir sus padres decidió repartir toda la herencia entre los pobres y tras pasar tres años de meditación y oración vio que su vocación era el sacerdocio.


Ya ordenado sacerdote mostró una gran elocuencia en sus discursos, lo que hizo que mucha gente se acercara a escuchar sus sermones allá donde fuera a predicar. Todas estas predicaciones las preparaba de rodillas durante cuatro o más horas rezando. Había muchas personas que al oírle cambiaron de vida, como san Juan de Dios. No se cansaba de repetir que ¡la fe mueve montañas!; y decía a sus discípulos que para obtener conversiones hay que tener fe en ello y que “las almas se ganan con las rodillas. A la persona que le preguntaba que cuál era la principal cualidad que había que tener para ser un buen predicador decía: “amar mucho a Dios”.



Amigo y consejero de santos

San Juan de Ávila tuvo el privilegio de ser amigo y consejero de seis santos que han pasado a la historia de la Iglesia, los cuales son Santa Teresa, Fray Luis de Granada, San Juan de Dios, San Francisco de Borja, San Pedro de Alcántara y San Ignacio de Loyola. También numerosas personas recibían dirección espiritual de este santo a través de cartas, que luego se agruparon en un libro que recoge sus enseñanzas espirituales, titulado ‘Audi Filia’.

 

Mucha gente le acusó de predicar el rigorismo y de excluir a los ricos del Reino de los Cielos, lo que hizo que fuera juzgado por el Tribunal de la Santa Inquisición. Tras su liberación, se dedicó a ser misionero por las ciudades de España.



Gran confianza en Dios

Destaca también de este santo su gran devoción por la Virgen, y la fundación de más de diez colegios católicos y su ayuda a las universidades españolas. Muy importante era su gran humildad, ya que aunque tenía un gran éxito apostólico, siempre se creía un pobre y miserable pecador.

Estuvo muy enfermo durante casi los últimos veinte años de su vida. Cuando tenía dolores muy fuertes exclamaba "Dios mío, si sí te parece bien que suceda, está bien, ¡está muy bien!". Murió el 10 de mayo de 1569. La beatificación fue en 1894 y el papa Pablo VI le canonizó en 1970.


Su fiesta se celebra el 10 de mayo.

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