miércoles, 27 de julio de 2011

Que cada joven encuentre su vocación durante la JMJ

Ese es el deseo del Cardenal Rouco y esa es la finalidad de toda acción pastoral juvenil: que, en su encuentro personal con Cristo, cada joven descubra qué camino quiere Dios para él





Para ello, la ocasión no puede ser mejor. Seguir a Cristo es pertenecer a su Cuerpo Místico que es la Iglesia, recibiendo la vida de la gracia a través de los sacramentos y caminando a través de los diversos senderos que la vida cristiana ofrece: el matrimonio, el sacerdocio o la vida consagrada y misionera. Compromiso total con Cristo y con cada prójimo, en cualquier caso. "Aventurar la vida", como decía Santa Teresa.

Decía que la ocasión no puede ser mejor, porque la JMJ es una oportunidad única de vivir la belleza de la Iglesia, de su catolicidad (universalidad); una oportunidad de descubrir el amor providente de Dios que, por su Hijo muerto y resucitado por nosotros, ha dejado para su rebaño un solo pastor, el Papa. A partir de Benedicto XVI, te puedes remontar, a través de la historia y de cada uno los sucesores de Pedro, a Pedro mismo, y por el primero entre los apóstoles, llegar a unirte a Jesús.

¡Qué maravillosa es la Iglesia! Qué lástima que muchos - unos promotores y otros dejándose influir por los primeros - se fijen sólo en lo malo, que proviene de la parte más humana de la Iglesia.

Entre otras maravillas, podemos considerar las diferentes vocaciones dentro de la Iglesia. Como un variado y cuidado jardín, con flores de distintos colores, formas y tamaños, en la Iglesia crecen juntas y se complementan las diferentes vocaciones: al matrimonio, a la vida consagrada (vida religiosa contemplativa, activa o misionera, institutos seculares), la vida sacerdotal...

Las JMJ son momentos privilegiados para vivir la pertenencia a la Iglesia y, por tanto, para encontrar cada joven el puesto que Dios le ha preparado, desde toda la eternidad. No hemos de olvidar, no obstante, que toda vocación ha de ser fruto de la oración, del conocimiento del Señor y de los talentos y dones que me ha dado; ha de ser fruto de una llamada muy personal. Pero, qué duda cabe, y así lo demuestra la experiencia, que estos encuentros mundiales de jóvenes en torno al Papa, son momentos que Dios aprovecha para "pescar".

El joven puede descubrir, porque lo está viendo y no hace falta que se lo cuenten, la belleza de la vida sacerdotal y decidirse a entrar en el seminario. La joven podrá sentir el atractivo de una vida entregada esponsalmente al Señor, para ser toda de Él, como las santas mujeres que acompañaban al Maestro en su predicación; y consagrarse a Cristo en la vida religiosa, en un instituto secular, en la misión... El amor humano creado y bendecido por Dios para formar una iglesia doméstica, que es la familia, también puede ser redescubierto por el hombre y la mujer que, en Cristo, reciben un amor especial para compartir y que se llama caridad conyugal.

Todas las vocaciones en la Iglesia son hermosas y todas se complementan, pues tienen una única raíz, Cristo, que sigue llamando y demostrándonos que nuestra vida tiene un sentido: la de darse, y darse por entero, para siempre, al amor, a Dios y al prójimo.

Por eso, nos unimos al deseo de Mons. Rouco y pedimos a Dios que sean muchos este año los nuevos seminaristas, las novicias, los novios y novias que salgan de esta JMJ con la alegría que nace de seguir a Cristo en la Iglesia y para la Iglesia.

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